Mateo 5, 17–19
No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento
Los evangelios recientes nos han mostrado cómo Jesús enfrentaba la crítica y el rechazo, esas cosas que menos nos gustan en la vida. Su ejemplo de total integridad nos inspira a recordar qué significa la plenitud. Nos anima a pensar que es humanamente posible vivir con coherencia.
Cuando vemos la hipocresía –enemiga de la integridad– nos volvemos cautelosos. Si la denunciamos, como lo hicieron Jesús y los grandes maestros, nos exponen a ser atacados. A nadie le gusta que lo llamen hipócrita, aunque en el fondo todos sabemos que lo somos en algún grado. La palabra proviene del griego hipokrisis , que significa “actor”. Y es casi inevitable que finjamos ser o sentir algo que no somos o no sentimos, incluso si también quisiéramos ser aquello que aparentamos. “Lo siento mucho” (cuando en realidad queremos decir “ya supralo”). “Vamos a cambiar” (queriendo decir “tú primero”). “Te amo” (con el añadido implícito de “siempre y cuando…”).
No necesitamos desesperarnos por nuestra falta de autenticidad, basta con reconocerla. Ese simple acto la desactiva y evita que nuestro falso yo bloquee el camino hacia ese nivel más profundo de conciencia en el que solo podemos ser lo que somos, y donde la verdad no es algo que se piensa o se dice, sino una experiencia completamente interpersonal. La señal de que vamos por ese camino es que no nos tomamos demasiado en serio y que incluso somos capaces de reírnos de nuestro falso yo, y de permitir que otros también lo hagan.
Poco a poco, la máscara del actor se convierte –como en el gran teatro, no en la telenovela– en un medio transparente para revelar una verdad más profunda. Entonces, la forma puede comunicar el vacío que es plenitud. (Dios es la unión del vacío y la plenitud.) Lo maravilloso es que esto ocurre –si lo permitimos y creamos el espacio necesario– de manera sutil y en las cosas más cotidianas de la vida. (Ver a Dios en cada persona.) Por eso la Cuaresma tiene que ver con cosas pequeñas. Y por eso la meditación es más cuestión de práctica que de buenas intenciones.
Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM
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