miércoles

MIERCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

 Mateo 20.17–28

“El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.


Es cómo asombroso la Iglesia puede repetir estas palabras de Jesús (lee todo el pasaje del Evangelio y su total inversión del sistema de poder social) desde un lugar de jerarquía y privilegio. Lo único que exonera a la Iglesia es la presencia de personas dentro del sistema (monjes no incluidos) que son plenamente y dolorosamente conscientes de esta incoherencia. ¿Quién puede culpar a quienes abandonan la institución? Más, en todo caso, de lo que pueden alabar a quienes permanecen en ella y escuchan, realmente escuchan, las palabras del Maestro y sufren la disonancia cognitiva.


En una entrevista reciente con mi amiga Anne McDonnell, ella habló sobre su enfermedad terminal y su experiencia del presente, y de la presencia que emerge cuando entramos en el presente. Su centro de meditación cristiana cerca de Norwich, Inglaterra (Nogg's Barn), es uno de esos puntos en el planeta que no se pueden encontrar en Google, donde la verdad se está viviendo. Me encantó –y aprendí de ello– cuando habló sobre los "destellos de inmortalidad en la meditación", algo que (comprensiblemente) encontraba "difícil de expresar". Sus palabras son enseñanza sin la autoconciencia del maestro. El espíritu de servicio y la verdadera humildad, que es el núcleo místico-moral del evangelio, están inevitablemente vinculados al conocimiento de la mortalidad. Tanto en la meditación como en las lecciones de la vida, la mortalidad y la inmortalidad invertidas por completas las estructuras de poder que Jesús está exponiendo. Si aún no has visto este aspecto de la Cuaresma, espero que lo hagas pronto.

Este es un extracto de Sensing God de Laurence Freeman, SPCK Publishing - distribución exclusiva para miembros de WCCM.

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